Reflexiones de Concejales
Lucha constante contra un sistema que no nos reconoce ni nos incluye
Por Naomie Cordero, concejal coach profesional y joven con perlesía cerebral
Junio 2025
En esta ocasión, me honra poder compartir nuevamente en este espacio que ha sido creado para visibilizar lo que a veces se calla. Como siempre, agradezco la oportunidad de escribir en este espacio y de dar voz a experiencias que merecen ser contadas. Hoy traigo un tema que nace desde la vivencia y la indignación: la lucha constante contra un sistema que no nos reconoce ni nos incluye.
Me pregunto —y ha sido una pregunta constante en mi vida— ¿por qué nacer con una condición automáticamente te predispone a luchar? ¿Por qué nos toca pelear por cosas que otros obtienen sin tener que justificarlas?
Soy fiel creyente de que una condición puede enseñarte a ser resiliente, a desarrollar una fortaleza profunda. Pero también creo, con el mismo peso, que es injusto que esa resiliencia se dé porque el entorno nos lo impone. No debería ser normal tener que luchar tanto por lo esencial. No debería doler pedir lo justo.
Y lo más difícil no es la condición. Lo más desgastante es vivir en un sistema complicado, en un país donde las cosas no están al alcance como deberían, donde la empatía no es parte del lenguaje cotidiano. Un sistema que indirectamente —pero con fuerza— nos empuja a quedarnos al margen: fuera de actividades, de eventos, de lugares donde los demás acceden sin pensarlo dos veces.
Y así, poco a poco, se nos reduce. A veces elegimos quedarnos donde sabemos que será “más fácil”, porque no todo está adaptado, porque no todo está pensado para que podamos disfrutar como se supone. Se habla de inclusión con palabras bonitas, pero la realidad no siempre refleja ese discurso. Y cuando la inclusión no es completa, lo que sentimos es herida. Es reducción. Es indignación.
Mientras escribo esto, me doy cuenta de que no es solo dolor. Es rabia. Porque no fuimos nosotros quienes pedimos vivir estas barreras. No pedimos esto. No exigimos privilegios. Pedimos respeto, dignidad, acceso. Y aun así, parece que se espera que seamos nosotros quienes nos adaptemos… cuando en realidad, es el entorno el que debería transformarse.
El sistema debería estar a nuestro favor, no ponernos obstáculos. Debería aligerarnos la vida, no convertir cada derecho en una batalla. No es justo que conseguir lo básico implique tanto desgaste para nosotros y para quienes nos acompañan.
AHÍ TE DAS CUENTA QUE TODAVÍA QUEDA MUCHO POR HACER.
El Otro Lado de la Discapacidad: Barreras que no Se Ven
Por Naomie Cordero, concejal coach profesional y joven con perlesía cerebral
1 de mayo de 2025
¿Por qué es tan difícil vernos más allá?
Primero que todo, agradezco profundamente a los compañeros del CEDD por brindarme la oportunidad de presentar ante ustedes esta nueva sección.
El Otro Lado de la Discapacidad nace desde mi experiencia personal como joven con diversidad funcional, específicamente con parálisis cerebral, y desde el deseo genuino de visibilizar aquello que tantas veces permanece oculto.
Con esta sección aspiro a mostrar, precisamente, ese otro lado de la discapacidad. El lado que rara vez se menciona, el que no siempre se reconoce ni se representa. Aquel que implica lidiar con barreras invisibles: actitudes, ideas, estigmas y prejuicios que nos atraviesan en el día a día y que, en muchas ocasiones, duelen más que cualquier obstáculo físico.
Todo lo que compartiré aquí ha sido trabajado con honestidad, con respeto, con amor y profunda sensibilidad. Cada palabra nace del corazón, con la intención de apelar a la justicia, la compasión y la conciencia. ---
Me gustaría comenzar esta sección hablando de una situación que he enfrentado desde niña. Pero lo más duro es que, en vez de volverse más liviana con el paso del tiempo, se ha vuelto más fuerte, más profunda y más dolorosa.
Me refiero a la falta de apertura en la sociedad.
Desde pequeña he vivido momentos donde me he sentido minimizada. Pero al crecer, esa sensación se hizo más consciente, más evidente… y más desgarradora. No solo se trata de un malentendido o de una percepción. Es una realidad constante: sentir que muchas veces la sociedad no está dispuesta a vernos más allá de nuestras circunstancias.
Me he sentido reducida. Como si, por tener parálisis cerebral, lo único que algunas personas pudieran ver en mí fuera una silla, un diagnóstico, una limitación. Y eso duele. Duele mucho. Porque una empieza a preguntarse: ¿por qué es tan difícil para algunos vernos desde otro ángulo? ¿Por qué cuesta tanto reconocer que somos personas completas, con pensamientos, con capacidades, con voz propia?
No entiendo por qué es más fácil imaginar nuestras dificultades que reconocer nuestras posibilidades. Por qué se asume tan rápido que no tenemos voluntad, ni sueños, ni decisiones que tomar, simplemente porque vivimos con una condición.
Y es ahí donde se revela el verdadero problema: la falta de apertura no es algo leve ni pasajero. Es una barrera silenciosa, profunda, que hiere. Y aunque no siempre se nombra, limita nuestras posibilidades, invisibiliza nuestras capacidades y nos relega a un rincón que no elegimos.
En esta sociedad puertorriqueña, aún queda mucho por hacer. Y mientras tanto, seguimos cargando con ese peso que no se nota… pero que se siente todos los días. Aun así, soy fiel creyente de que nosotros, como comunidad, tenemos el poder, el espacio y la oportunidad de educar, poco a poco, una persona a la vez. De sembrar conciencia, de transformar mentalidades y, con ello, transformar el mundo. De demostrar que nacer con una condición no debe ser sinónimo de lástima ni de obstáculos, sino de valor, crecimiento y superación. Como comunidad, tenemos una responsabilidad que no podemos posponer: educar para transformar. Eso nos toca a todos.